Eran las ocho y trece
de la mañana del jueves santo del 31 de Marzo cuando desde el centro de la
tierra se sintió un rugido que estremeció la ciudad de Popayán y sus
alrededores destruyendo cientos de años de historia y llevándose consigo la vida de más de 200 personas tanto
de la región como de turistas que habían llegado a pasar la temporada de
vacaciones.
Las cúpulas de las
iglesias como San José, San Francisco, Belén, la Catedral Nuestra señora de la
Asunción o la Torre del Reloj fueron
cayendo como cartas de naipe levantando una polvareda mientras que la tierra se
hundía y volvía a tomar su nivel original en tan solo 18 segundos.
La furia de la
naturaleza no solo se ensañó contra las edificaciones religiosas por los giros
que se le ha venido dando a la principal conmemoración del mundo católico sino
que lo hizo también contra las edificaciones públicas por el abandono estatal
en que siempre se ha tenido al departamento del Cauca y su capital para luego
proceder con las viejas casonas de la clase dirigente y terrateniente que ha
toda costa se ha propuesto evitar el desarrollo de la región.
Edificaciones como la
gobernación del Cauca, la Alcaldía Municipal, el Banco de Colombia, el centro
arquidiocesano, el claustro de la Encarnación, el Claustro de Santo Domingo, el
Colegio Mayor del Cauca. El café. Alcazar, tomadero de tinto de funcionarios y
políticos así como hoteles y otros establecimientos públicos solo dejaron
escritas historias de la noble, hidalga e ilustre ciudad de Popayán.
Pero la mano dura del
creador no se quedó solamente en el centro de la ciudad, posteriormente con la
velocidad del rayo llegó a barrios humildes como el Cadillal donde destruyó
además de las viviendas, el templo católico de Nuestra Señora de Fátima, la
sede del Consejo Regional Indígena del Cauca y en general fue acabando con la
historia de uno de los barrios más antiguos. La carrera no se detenía y pasó a
los bloques de Pubenza y el Barrio Modelo cuyos propietarios eran de clase
media y alta. Allí las estructuras metálicas cedieron y el segundo piso quedó
como si se tratara del primero. Era como
si por arte de magia lo hubieran descendido mientras el primero se
hundió en el antiguo humedal.
Otros sectores como los
barrios Bolívar, Alfonso López. Valencia, la Esmeralda, Américas y muchos
inquilinatos del barrio el Empedrado corrieron con la misma suerte. De este
movimiento no se salvaron ni los muertos porque éstos literalmente fueron
expulsados de sus tumbas interrumpiendo la paz de sus sepulcros.
Pero por fuera de la
capital también resultaron seriamente afectadas poblaciones como el Zarzal,
municipio de el Tambo donde se localizó el epicentro y la cabecera municipal de
Cajibío donde prácticamente todas sus viviendas sucumbieron ante la magnitud
del fenómeno natural.
Mientras eso ocurría en
18 segundos, desde la estación Repetidora de la Asociación Colombiana de Banda
ciudadadana don CésarBenitezmientras vía como la ciudad quedaba envuelta en
polvo y su pequeño hijo inocente decía “se cayó el gorrito de Belén” refería a
la cúpula del templo católico, informaba a todos sus abonados que Popayán
prácticamente había desaparecido de la faz de la tierra.
En la sede de la Cruz
Roja Colombiana donde habían muchos voluntarios que habían pasado la noche por
tener turnos para la atención de la Semana Santa, repuestos del susto y
recordándose de su misión de servir y del juramento que hicieron en su
consagración, tomaron sus elementos e iniciaron la atención a las víctimas que
quedaron atrapadas en medio de las vigas de madera o de estructuras o los
hierros retorcidos.
Los primeros escenarios
fueron los de la catedral Nuestra señora de la Asunción donde muchas personas
perdieron la vida mientras que otras resultaron heridas. Su traslado inicial
fue hacia el centro de atención en la institución voluntaria en el pasaje
Vasquez Cobo y luego al Hospital Universitario Popayán que en pocos minutos no
tenían albergues disponibles. La 01 como
se le llamaba a la ambulancia que poseía la institución voluntaria no se
encontraba en las mejores condiciones al
punto que el propio Presidente de la Repúiblica Belisario Betancourt Cuartas
que llegó a apersonarse de la emergencia le tocó empujarla acompañada de su
personal de seguridad.
De los bloques de
Pubenza se lograron salvar muchas vidas pero otros entregaron su vida ante la
imposibilidad de remover los escombros que por toneladas habían caído hasta los
lugares donde se encontraban. Un médico de profesión con lágrimas en los ojos
decía: “busquen a mi mamá, porque mi papá ya murió, con conversé con él hasta
antes de morir”. Los uniformados de la Cruz Roja afanosamente movía
estructuras, armarios, camas y bibliotecas y desafortunadamente encontraron
primero la persona muerta. Su doliente entr5egó de inmediato la bala de oxígeno
con la que se podría salvar una vida, en seguida una mujer de avanzada edad fue
quien los socorristas encontraron, la trasladaron en una camilla y de inmediato
a un helicóptero que ya estaba listo en el aeropuerto Machángara.
Pero los socorristas también
vivían su propio calvario, unos porque quedaron por fuera de sus viviendas y no
les era fácil comunicarse para saber lo que había ocurrido, otros porque sus
casas también resultaron destruídas. Una de ellas fue “la gorda” Liliana Burgos
quien luego de salvar algunas de las cosas que quedaron en regular estado luego
que su casa se viniera al suelo, sin tener en cuenta su problema personal de
inmediato se sumó a las brigadas de socorro. Con el uniforme y las botas
puestas aseguró que “mi casa se cayó por completo pero a ninguno de nosotros le
pasó nada” y de inmediato se puso a disposición para las labores de atención de
la emergencia.
En la sala de radios
don Hernán Varona silva mantenía la comunicación con todas las delegaciones
departamentales y con otros países para dar cuenta de las necesidades que se
tenían en el momento: carpas, frazadas, agua, bolsas plásticas, sábanas y
medicamentos. En la sede de la Cruz Roja no había personal suficiente para
atender la situación, tampoco el espacio físico podía albergas más heridos. En
algunos casos los protocolos se suspendieron, no había sábanas para cubrir los
muertos. Con un “pobrecito, se murió“, se quedaban algunos pacientes que
llegaron con serias complicaciones en su salud. Y solo ahora comentar que una
semana antes el negro Varona había dicho que debíamos prepararnos para una gran
emergencia, el día de la cita solo algunos directivos acudieron a la charla. La
predicción de Hernán se había cumplido…
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